Nació en el Puerto de la Cruz de Orotava (Canarias) en 1750.
Se educó en Madrid con su tío Juan de Iriarte. Fue oficial
traductor de la Secretaría de Estado y archivero del Consejo Supremo
de la Guerra. Amigo de los autores más destacados de su época.
Hizo traducciones del teatro francés, del Arte poética
de Horacio y de parte de la Eneida de Virgilio. Escribió
también comedias, entre ellas La señorita mal criada
(1788) y El señorito mimado (1790) y compuso un poema
didáctico La Música, así como poesía
lírica. Ahora bien, la obra por la que es realmente conocido
Iriarte, es por su libro Fábulas literarias (1782), de cuya
originalidad estaba muy orgulloso. En ellas llega a hacer sátira
de algunos literatos de su época. Las fábulas de Iriarte
son consideradas por muchos críticos de mayor calidad artística
que las de su contemporáneo Félix María Samaniego
con quien tuvo polémicas culturales. Fue procesado por la Inquisición
en 1786 y murió poco tiempo después en Madrid en 1791. He
aquí algunas de sus fábulas más conocidas:
EL BURRO FLAUTISTA
(Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad.)
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
«¡Oh!» dijo el borrico;
«¡qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
la música asnal!»
Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
LA ARDILLA Y EL CABALLO
(Algunos emplean en obras frívolas tanto afán
como otros en las importantes.)
Mirando estaba una ardilla
a un generoso alazán,
que dócil a espuela y rienda,
se adiestraba en galopar.
Viéndole hacer movimientos
tan veloces y a compás,
de aquesta suerte le dijo
con muy poca cortedad:
«Señor mío,
de ese brío,
ligereza
y destreza
no me espanto,
que otro tanto
suelo hacer, y acaso más.
Yo soy viva,
soy activa,
me meneo,
me paseo,
yo trabajo,
subo y bajo,
no me estoy quieta jamás.»
El paso detiene entonces
el buen potro, y muy formal
en los términos siguientes
respuesta a la ardilla da:
«Tantas idas
y venidas,
tantas vueltas
y revueltas
(quiero, amiga,
que me diga),
¿son de alguna utilidad?
Yo me afano:
mas no en vano.
Sé mi oficio,
en servicio
de mi dueño,
tengo empeño
de lucir mi habilidad.»
Conque algunos escritores
ardillas también serán
si en obras frívolas gastan
todo el calor natural.
EL TÉ Y LA SALVIA
(Algunos sólo aprecian la literatura extranjera,
y no tienen la menor noticia de la de su nación.)
El té, viniendo del imperio chino,
se encontró con la salvia en el camino.
Ella le dijo: «Adónde vas, compadre?»
«A Europa voy, comadre,
donde sé que me compran a buen precio.»
«Yo», respondió la salvia, «voy a China,
que allá con sumo aprecio
me reciben por gusto y medicina.
En Europa me tratan de salvaje,
y jamás he podido hacer fortuna.»
«Anda con Dios. No perderás el viaje,
pues no hay nación alguna
que a todo lo extranjero
no dé con gusto aplausos y dinero.»
La salvia me perdone,
que al comercio su máxima se opone.
Si hablase del comercio literario,
yo no defendería lo contrario,
porque en él para algunos es un vicio
lo que es en general un beneficio;
y español que tal vez recitaría
quinientos versos de Boileau y el Tasso,
puede ser que no sepa todavía
en qué lengua los hizo Garcilaso.
EL GATO, EL LAGARTO Y EL GRILLO
(Por más ridículo que sea el estilo retumbante,
siempre habrá necios que le aplaudan,
sólo por la razón de que se quedan sin entenderle.)
Ello es que hay animales muy científicos
en curarse con varios específicos,
y en conservar su construcción orgánica,
como hábiles que son en la botánica,
pues conocen las hierbas diuréticas,
catárticas, narcóticas, eméticas,
febrífugas, estípticas, prolíficas,
cefálicas también y sudoríficas.
En esto era gran práctico y teórico
un gato, pedantísimo retórico,
que hablaba en un estilo tan enfático
como el más estirado catedrático.
Yendo a caza de plantas salutíferas,
dijo a un lagarto: «¡Qué ansias tan mortíferas!
Quiero por mis turgencias semihidrópicas
chupar el zumo de hojas heliotrópicas.»
Atónito el lagarto con lo exótico
de todo aquel preámbulo estrambótico,
no entendió más la frase macarrónica
que si le hablasen lengua babilónica;
pero notó que el charlatán ridículo,
de hojas de girasol llenó el ventrículo,
y le dijo: «Ya, en fin, señor hidrópico,
he entendido lo que es zumo heliotrópico.»
¡Y no es bueno que un grillo, oyendo el diálogo,
aunque se fue en ayunas del catálogo
de términos tan raros y magníficos,
hizo del gato elogios honoríficos!
Sí; que hay quien tiene la hinchazón por mérito,
y el hablar liso y llano por demérito.
Mas ya que esos amantes de hiperbólicas
cláusulas y metáforas diabólicas,
de retumbantes voces el depósito
apuran, aunque salga un despropósito,
caiga sobre su estilo problemático
este apólogo esdrújulo-enigmático.
EL RICOTE ERUDITO
Hubo un rico en Madrid (y aun dicen que era más necio que rico),
cuya casa magnífica adornaban muebles exquisitos.
«¡Lástima que en vivienda tan preciosa», le dijo
un amigo
«falte una librería!, bello adorno, útil y preciso.»
«Cierto», responde el otro. «Que esa idea no me haya
ocurrido!...
A tiempo estamos. El salón del Norte a este fin destino.
Que venga el ebanista y haga estantes capaces, pulidos,
a toda costa. Luego trataremos de comprar los libros.
Ya tenernos estantes. Pues, ahora», el buen hombre dijo,
«¡echarme yo a buscar doce mil tomos! ¡No es mal ejercicio!
Perderé la chaveta, saldrán caros, y es obra de un siglo...
Pero ¿no era mejor ponerlos todos de cartón fingidos?
Ya se ve: ¿por qué no? Para estos casos tengo yo un
pintorcillo
que escriba buenos rótulos e imite pasta y pergamino.
Manos a la labor.»
Libros curiosos modernos y antiguos
mandó pintar, y a más de los impresos, varios manuscritos.
El bendito señor repasó tanto sus tomos postizos
que, aprendiendo los rótulos de muchos, se creyó erudito.
Pues ¿qué más quieren los que sólo estudian
títulos de libros,
si con fingirlos de cartón pintado, les sirven lo mismo?