El informante aterriza en la Luna
[Reseña de una representación dramática]
Todos los años entre febrero y marzo, el Teatro de la Luna presenta el Festival Internacional de Teatro Hispano en su local del Gunston Arts Center de Arlington, VA. El objetivo de este festival es ofrecer al público del área metropolitana de Washington, DC una variedad de obras en español de alto nivel artístico. Este año, el tema del VI Festival fue "el teatro del exilio" e incluyó varias obras de autores que “debieron emigrar de su lugar de nacimiento o debieron silenciosamente jugar una de las tantas formas crueles y duras del exilio” (Marcel, 1). Entre otras piezas, el 14 y 15 de marzo se presentó El informante del autor uruguayo Carlos Liscano que, como muchas de las otras, no desilusionó al que esperaba lo mejor del Festival.
Carlos Liscano es un autor uruguayo que ha publicado poesía, narrativa y teatro y que fue encarcelado y exiliado por sus ideas durante los años de la dictadura militar. Sus obras han sido presentadas en varios países, tales como Francia, Italia, Suecia y el mismo Uruguay. El informante fue inicialmente una novela escrita por Liscano en 1982, que el autor convirtió luego en monólogo teatral y llevó a las tablas bajo su propia dirección.
La obra está basada en su experiencia de los trece años de cárcel durante los cuales sufrió los interrogatorios y las condiciones inhumanas propias de los prisioneros políticos de toda Latinoamérica. En ella se encuentra un hombre encerrado en una celda a quien los carceleros quieren obligar a “hablar.” Así se pasa la hora y media del monólogo explicando lo que les ha dicho a éstos y tratando de comprender lo que le piden que declare, ya que no entiende lo que se le reclama. Empieza con datos básicos sobre su existencia, tales como la situación de su divorcio, el abandono de su trabajo y su casa, lo que le llevó a vivir en la calle y el descubrimiento de la felicidad de la sobrevivencia con sólo los elementos básicos. Todos estos relatos resultan en torturas y maltratos porque los carceleros piensan que se está burlando de ellos. Entonces deciden darle lápiz y papel y dejar que escriba sus confesiones. Así el Informante comienza una vida perdida en el tiempo durante la cual documenta todo lo que le ocurre, hasta llegar a lo absurdo. Al principio los guardias leen los papeles, pero ya al final ni los miran, siempre indicándole que todavía no ha dicho lo que ellos quieren que confiese. La distancia entre lo que escribe, que a veces es absurdo, y lo que le piden, que sólo el público parece saberlo, es cada vez más grande. Pero, al mismo tiempo, esta documentación se vuelve necesaria para el hombre que pasa día tras día en la soledad, sin ningún contacto humano. La única comunicación que tiene es con el prisionero de la celda de al lado, con el cual inventa un sistema de señales basado en los golpecitos. No se sabe si el otro encarcelado comunica lo mismo, pero él se convence que un golpe quiere decir buenos días, y lo bautiza con el nombre de “Repepé.” Lamentablemente, un día los golpes no se escuchan más y su amistad termina. Al final de tanta lucha contra los que lo tienen atrapado, contra sus propios sufrimientos y contra la falta de comprensión de lo que se espera de él, su mente llega a explotar y ofrece un genial discurso sobre las atrocidades que se están llevando a cabo en su sociedad. En este momento se libera y su cara se convierte en el espejo de la felicidad. No se sabe nunca si lo que declara lo escribe, ni si los guardias reciben la información; pero esto parece no importar, porque lo significativo es que el hombre ha declarado todo lo que es él, hasta su rabia y su frustración, y se encuentra en paz.
Toda la obra es presentada en una pequeña salita en la que caben alrededor de cien personas. El salón está oscuro, menos una sola luz que ilumina al hombre, quien habla todo el tiempo. En el escenario se encuentra un alto mostrador que contiene muchos papeles y una silla modesta. El hombre tiene puesto un sobretodo de color crema, como los de los espías, pero que está muy gastado, y unas pantuflas viejas. Toda su persona parece muy dejada, como alguien que recién se levanta de la cama. El mostrador tiene distintos objetivos, sirve de escritorio y hasta de púlpito para el discurso final. No hay nada más en la escena, y lo que hay es suficiente para dejar en el espectador una sensación de frustración, abandono y tristeza. El escenario no podría estar mejor pensado.
Es en este escenario donde se encuentra el único actor que interpreta el papel del Informante: Pepe Vázquez, cuya ilustre carrera destaca por su gran participación en el teatro hispanoamericano. Ya a los quince años, Pepe Vázquez se integra al grupo de “Taller de Teatro,” hace cursos en el teatro “El Galpón” y luego se integra al movimiento de “Club de Teatro” que le trae muchos reconocimientos, tales como el Premio al mejor actor de Costa Rica, al mejor actor de reparto de Uruguay y al mejor actor de Uruguay. Cabe destacar, al mismo tiempo, que el mismo Carlos Liscano lo eligió para esta interpretación porque lo consideró la persona ideal para el papel.
Quizás por ser el mismo autor el que la dirige y así controla no sólo el mensaje sino la forma en que se comunica en el teatro, o porque haya elegido a la persona perfecta para la obra, o porque ésta sea un magnífico reflejo de los problemas sociales de la época de las dictaduras de Latinoamérica, o porque que se estrene dentro de un ciclo tan significativo como es el del exilio o por todas estas razones y muchas más, la representación en el Teatro de la Luna fue magnífica. Desde que comenzó, hasta que terminó, los límites entre el público y el escenario desaparecieron y toda la sala se convirtió en un monumento al dolor humano. Todo lo que al principio sentía sólo el Informante, poco a poco pasó a ser sentido por los que presenciaban su actuación.
Este es, sin duda alguna, el verdadero éxito del teatro. Tal
como dice el mismo autor, sus obras tienden a ser reflexivas y tienden
hacia el auto conocimiento, acto que exige “una actitud auténtica
y genuina. Implica cierto sufrimiento, cierto dolor, ese ejercicio de autorreflexión”
(Liscano, 5). Lo que más le interesa es investigar y reflejar
el pasado inmediato que, en el caso de esta obra, se relaciona con la dictadura
y la época de la violencia. Con estas imágenes, el autor
consigue que el público llegue a la reflexión más
profunda de lo que le preocupa y consigue que pueda observarse desde afuera
para explorar la vida y sus experiencias de manera más íntima.
Así, como indica Artaud, la presentación logra “poner físicamente
el espíritu en el camino de alguna otra cosa, poner la sensibilidad
en un estado de percepción más profunda y más
fina porque tal es el objeto de la magia y de los ritos de los que el teatro
es sólo el reflejo” (4).
Textos consultados
Artaud, Antonin. "El teatro de la crueldad: Primer manifiesto (1932)." http://www.cartelerateatros.com.ar/artaud/primer.htm
Cardozo, Wilson Javier. "Más solo que el escritor: Entrevista a Carlos iscano." http://www.secrel.com.br/jpoesia/bh2liscano.htm.
"El Informante de Carlos Liscano." Director: Carlos Liscano. Presentado en el VI Festival Internacional de Teatro Hispano del Teatro de la Luna. Arlington, VA. 14 y 15 de mayo de 2003.