Nació en Laguardia (Álava, País Vasco) en 1745.
Provenía de familia noble, por lo que desde joven heredó
cinco villas. Fue director del Seminario de Nobles de Vergara y participó
en la Sociedad Vascongada
de Amigos del País. Perteneció a los grupos más
importantes de la cultura de la Ilustración, viajando mucho por
Francia en busca de las nuevas ideas del XVIII francés. Cuando regresó
a España trató de comunicar lo aprendido en sus libros. Era
músico (tocaba el violín y la vihuela ), pero su verdadera
pasión fue la literatura con la que entretenía y hacía
pensar. Sus versos burlones, pícaros y cierta poesía erótica
le trajeron problemas con la Inquisición y hasta tuvo que presentarse
a juicio por causa de unos poemas satíricos. Fue uno de los ilustrados
españoles más conocidos de su tiempo, autor de las Fábulas
morales (1781), con las cuales trataba de instruir a sus alumnos y
lectores. En esos 137 apólogos se puede ver con claridad la influencia
de Esopo, Fedro y La Fontaine. Mantuvo agitadas disputas y polémicas
con el otro gran fabulista de su tiempo, Tomás de Iriarte (1750-1791).
Samaniego también compuso poesía
erótica (si Ud. se va a ofender leyendo estos versos, no entre
a este enlace). Murió en 1801 en Laguardia. He aquí algunas
de sus fábulas más conocidas:
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveída
del preciso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo y sin centeno.
Habitaba la Hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
le dijo: "Doña Hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste Cigarra,
que, alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme,
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo".
La codiciosa Hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
"¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?"
"Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento".
"¡Hola! ¿con que cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo."
LA LECHERA
Llevaba en la cabeza
una Lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte:
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»
Porque
no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre la ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz Lechera,
y decía entre sí de esta manera:
«Esta
leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, Pío.
Del
importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino,
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarélo
al mercado,
sacaré de él sin duda buen dinero;
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña.»
Con
este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh
loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.
LA ZORRA Y LAS UVAS
Es voz común que a más del mediodía
en ayunas la zorra iba cazando.
Halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
Causábale mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras;
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
"¡No las quiero comer! ¡No están maduras!"
No por eso te muestres impaciente
si se te frustra, Fabio, algún intento;
aplica bien el cuento
y di: "¡No están maduras!," frescamente.
EL ZAGAL Y LAS OVEJAS
Apacentando un joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
"¡Favor! que viene un lobo, labradores."
Estos, abandonando sus labores,
acuden prontamente
y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a llamar, y temen la desgracia;
segunda vez los burla. ¡Linda gracia!
Pero, ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente escarmentada
y el lobo le devora la manada.
¡Cuántas veces resulta de un engaño,
contra el engañador el mayor daño!